Procedente de una familia que contó con diversos farmacéuticos y naturalistas, muchos de ellos –entre los cuales sus predecesores directos- dedicados a la Botánica, O. DE BOLÒS pronto se encaminó hacia la scientia amabilis. Cursó la carrera de Ciencias Naturales en la universidad de Barcelona, donde obtuvo la licenciatura en febrero de 1948. Emprendió luego, bajo la tutela del profesor T. M. LOSA, sus estudios de doctorado, que versaron sobre la flora y la vegetación del Montseny, y en 1950 presentó su tesis doctoral en Madrid. Ya antes de obtener el título de doctor, inició su carrera docente en la universidad barcelonesa; ocupó sucesivamente las plazas de adjunto y ayudante, y en 1953 accedió a la cátedra de Fitografía y Ecología Vegetal, en la que le había precedido P. SERÓ. Ejerció como Vicerrector de Investigación entre los años 1978 y 1981. Se jubiló en 1989, e inmediatamente pasó a la condición de profesor emérito, situación que se prolongó hasta finales del curso 1995 –1996. Su relación oficial con el Instituto Botánico de Barcelona se inició en 1951, al serle otorgada una beca de colaborador científico del CSIC. Sin embargo, había tenido contactos con dicho centro mucho antes, ya que su padre, A. DE BOLÒS, fue Conservador de los Herbarios desde 1934 (y nombrado Director, en 1939, en substitución de P. FONT QUER). O. de Bolòs ocupó el cargo de Conservador Técnico desde 1967 a 1967 y casi simultáneamente Director, cargo que abandonó en el año 1984. Con referencia a su paso por la universidad, creo reflejar una opinión general si afirmo que sus alumnos apreciaban especialmente su competencia científica y la manera tranquila y asequible con que les transmitía unos conocimientos muy meditados y los resultados de un trabajo vivido intensamente. Un aspecto particular fue su empeño en propiciar que sus discípulos abriesen líneas de investigación poco exploradas hasta el momento o consideradas por él como especialmente prometedoras. En buena parte, lo consiguió. Su gran apego al Instituto Botánico le hizo dejar en un segundo plano la universidad como lugar de trabajo. Sintiéndose continuador de la obra de P. FONT QUER, de quien se consideraba discípulo, anhelaba que aquel instituto, que disponía ya de unos fondos científicos considerables, aumentase sus recursos económicos y humanos hasta convertirse en un centro de primer orden en el campo de la Botánica. Cuando dejó la dirección del Instituto, la precariedad en que había quedado sumido éste después de la Guerra Civil no había mejorado significativamente. O. de Bolòs fue esencialmente un geobotánico. Su vocación científica se fundamentó en la observación de las plantas en su medio natural. Ello le condujo lógicamente a analizar la diversidad de las plantas vasculares, su ecología y su distribución (florística, en sentido amplio) y a estudiar la composición y la tipología de las comunidades vegetales y la estructura del paisaje (fitocenología). En el campo de la florística, aparte de diversos trabajos sobre flora comarcal o local y algunas notas taxonómicas dispersas, la gran aportación de O. de Bolòs ha sido, indudablemente, la Flora dels Països Catalans, obra en cuatro volúmenes y de larga gestación (1984 – 2001, en colaboración con J. VIGO), que recopila y revisa críticamente la información (bibliografía, herbarios, notas personales) acumulada hasta el momento. Esta Flora adopta un criterio taxonómico muy sintético, a menudo criticado por otros botánicos, pero analiza con gran detalle la diversidad de cada entidad específica y la refleja en tantos taxones subordinados como sea necesario. Para Bolòs lo importante eran las poblaciones y los grupos existentes, su ecología y su distribución, y relegaba a un segundo plano las cuestiones taxonómicas y nomenclaturales. La obra no recoge los datos biosistemáticos (inicialmente, más bien pocos) conocidos, con la idea que podrían ser incorporados al esquema taxonómico posteriormente y de modo más provechoso. En cambio, trata cuidadosamente los aspectos de ecología, comportamiento fitosociológico y distribución geográfica. Los mapas corológicos insertados en la obra, aun siendo a veces poco precisos, han sido acogidos muy favorablemente por la mayoría de botánicos europeos. Corolario de esta obra fue la Flora Manual dels Països Catalans (en colaboración con J. VIGO, R. M. MASALLES y J. M. NINOT), más simple y abreviada, corregida y aumentada en su tercera edición del año 2005. Hay que decir que Bolòs se interesó desde muy temprano por la cartografía de las áreas de dispersión de los taxones. Ello le llevó a colaborar con H. MEUSEL en la obra Vergleichende Chorologie der Zentraleuropäischen Flora y más tarde a crear, dentro del Institut d’Estudis Catalans, el grupo ORCA (Organització per a la Cartografía de les plantes vasculars), que llevó a la publicación del Atlas corol•lògic de la flora vascular dels Països Catalans y su inclusión en un banco de datos consultable a través de Internet. Por lo que respecta a la Fitocenología, Bolòs fue llevado a ella a través, primero de la admiración hacia J. BRAUN-BLANQUET, y luego de la colaboración con él. Un primer contacto indirecto con dicho geobotánico lo tuvo en ocasión de traducir al castellano la obra La végétation alpine des Pyrénées Orientales (1948). Pronto le acompañó en sus trabajos de campo, y en 1957 publicaron en colaboración Les groupements végétaux du bassin moyen de l’Ebre et leur dynamisme. Aplicando el método sigmatista, Bolòs emprendió con inusitado entusiasmo el análisis de la vegetación de los territorios cercanos, en aquel momento casi una terra incognita en este aspecto, y fue ampliando sucesivamente su área de estudio. Aparte de los trabajos iniciales en el Montseny, se ocupó, en compañía de su padre, de las comarcas cercanas a Barcelona, y más tarde (1967) publicó al respecto una obra ampliada y más completa (El paisaje vegetal barcelonés). Continuó con otras áreas catalanas; el Valle de Arán, la Selva y la Plana de Vic, la Garrotxa, los altiplanos centrales, las islas Medes… y ensanchó su campo de trabajo hacia el País Valenciano, las islas Baleares y, más esporádicamente, Murcia y Andalucía oriental, Provenza, la isla griega de Cefalonia, etc. Síntesis importantes fueron Comunidades vegetales de las comarcas próximas al litoral situados entre los ríos Llobregat y Segura (1967) y sus estudios sobre las islas Baleares: Recherches phytosociologiques dans l’Ile de Majorque (1959, en colaboración con R. MOLINIER), Observations phytosociologiques dans l'Ile de Minorque (1970, en colaboración con R. MOLINIER Y P.MONTSERRAT), Vegetation on the Pityusic Islands (1984)... y la síntesis posterior (1996) La vegetació de les Illes Balears. No hace falta decir que publicó diversas notas y revisiones fitosociológicas, así como algunas síntesis geobotánicas y geográficas, harto interesantes. Su aportación a la cartografía de la vegetación, iniciada precozmente, fue asimismo valiosa. Recuérdense, por ejemplo, el Mapa de la vegetación de las cercanías de Barcelona (1962, en colaboración con J. VIGO), la hoja de Banyoles del mapa de vegetación de Cataluña (1983, en colaboración con R. M. MASALLES) y el mapa de vegetación de Navarra (1986, en colaboración con P. MONTSERRAT y J. C. BASCONES) incluido en el Gran Atlas de Navarra. Dentro aún del campo de la Fitocenología, Bolòs produjo algunos artículos de carácter teórico, y sobre todo dos reflexiones genéricas importantes, Botánica y Geografía (1963) y Bioclimatologia i geografía botànica (1989), la primera de las cuales pasó extrañamente inadvertida, hasta tiempos recientes, en los medios fitosociológicos hispanos. Cabe decir que Bolòs trató en más de una ocasión aspectos relativos a la terminología científica y al lenguaje botánicos. Y hay que subrayar, además y muy especialmente, que empezó a interesarse por la salvaguarda del patrimonio natural y la gestión del territorio cuando aún gran parte de la sociedad, incluidos sus gobernantes, consideraban dichos asuntos con indiferencia, si no con hostilidad. En 1969 organizó, junto con R. MARGALEF y M. DE BOLÒS, un simposio sobre la conservación de la biosfera, que fue una de las primeras reflexiones públicas que se hicieron al respecto en Cataluña. Escribió decenas de artículos sobre estos temas en diferentes revistas, tanto especializadas como dirigidas al gran público. Deben mencionarse el discurso pronunciado en la delegación barcelonesa del CSIC en 1973 (La conservación de la naturaleza y sus fundamentos) y sus aportaciones al Llibre Blanc de la Gestió de la Natura als Països Catalans (FOLCH secr. red., 1976). Esto aparte, Bolòs se implicó personalmente en la defensa de la naturaleza, lo que acarreó algunas consecuencias desagradables para él y para su familia. O. de Bolòs gozó de un merecido reconocimiento entre los medios científicos de una gran parte de Europa. Todos los científicos que me han hablado de él valoraban grandemente su espíritu riguroso y la solidez de sus aportaciones a la botánica y la fitocenología. Dotado de una memoria extraordinaria, su lucidez y su profundidad a la hora de examinar un tema eran muy notables. Analizaba con detalle todos los aspectos, se sumergía en su trabajo totalmente y llegaba, en consecuencia, a resultados por lo menos coherentes. Más de una vez he comentado que, en ocasión de un trabajo aparentemente secundario y poco interesante, sacó a relucir aquel aforismo de GOETHE que, traducido aproximadamente, dice: “Cualquier cosa que hagas, hazla como si de ello dependiera la salvación de la humanidad; porque depende de ello, realmente”. Al lado de su dedicación a la ciencia, hay que resaltar, finalmente, su enorme capacidad de trabajo, que se ponía de manifiesto en las largas horas de estudio en el laboratorio y en las agotadoras jornadas de exploración en el campo. Formó parte de diversas instituciones y sociedades científicas, entre las cuales la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona (desde 1963), la Station Internationale de Géobotanique Méditerranéenne et Alpine (desde 1964) y la Sección de Ciencias Biológicas del Institut d’Estudis Catalans (desde 1964). Entre las distinciones que le fueron concedidas figuran la Medalla Narcís Monturiol al mérito científico (1982) de la Generalidad de Cataluña, la Silver Medal de OPTIMA (1986, juntamente con J. VIGO), por la publicación del primer volumen de la Flora dels Països Catalans, la Creu de Sant Jordi de la Generalitat de Catalunya (1993) y el premio Fundació Catalana per a la Recerca (1994). Su testimonio y sus enseñanzas han sido recogidos por sus discípulos y de buen seguro que sus obras servirán de referencia y estímulo para otras generaciones de botánicos. Descanse en paz.
Josep Vigo |
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